Una vez al año viajo a Madrid en busca del cariño de mi padre. Ya lo sé, suena ñoño, pero es así. Hace cuatro años se mudó con su esposa (mi madrastra, aunque suene terrorífico no lo es) a un pueblo perdido en Madrid.
Mes y medio encerrados y encerradas en nuestro país. Semana Santa suspendida, San Fermín suspendido, ferias aplazadas, festivales suspendidos... Calles muertas, ventanas y terrazas llenas de vida.